martes, 20 de mayo de 2014

Alexander Von Humboldt (1769-1859)

Alexander Von Humboldt (1769-1859)

Nació el 14 de septiembre del 1769 en Berlín y creció en el castillo de Tegel con su hermano Wilhelm de Humboldt, quién fue luego investigador de lenguas, ministro de educación y fundador de la Universidad Humboldt de Berlín. Los hermanos reciben una amplia educación y bajo la influencia de su maestro Joachim Heinrich, Alexander empieza temprano a apasionarse por los grandes viajeros de investigación de su época como James Cook ó La Condamine.

Alexander de Humboldt fué un pionero de la investigación y un excelente hombre de Estado. Su fama rebasó las fronteras de Alemania y México. Explorador y experto en ciencias naturales, uno de los fundadores de la moderna geografía.

Siguiendo el deseo de su madre, Alexander estudia hasta 1791 en la Academia de Comercio en Hamburgo. Pero decide por dentro – estimulado por Forster – recorrer el mundo. El sueño de su vida parece cumplirse en 1796. Con la muerte de su madre, recibe suficiente dinero para financiar sus investigaciones, presenta su dimisión y empieza a hacer preparativos para su viaje.

El 22 de marzo del 1803 llega con una fragata española de Guayaquil (Ecuador) a Acapulco, el puerto mexicano del Pacífico. Visita las cercanías y las describe en su diario, antes de que siga con su viaje el 29 de marzo por Chilpancingo y Taxco hasta la ciudad de México (llegando el 12 de abril). En un México construido con las ruinas de la capital de los aztecas, Humboldt descifra el calendario azteca que fue desenterrado en la Plaza Mayor, y hace varias excursiones en los alrededores.

Por ejemplo, visita las minas de Pachuca, Real del Monte, Morán y Guanajuato y los impresionantes alcantarillados de la ciudad en Huehuetoca. Además sube el 19 de septiembre de 1803 a la cumbre del Jorullo, emergido de las entrañas de la Tierra cuarenta y cuatro años antes en el estado de Michoacán. Sus historias sobre el volcán se difunden rápido en Europa y atraen numerosos aventureros que quieren experimentar por si mismos lo que ha descrito Humboldt en sus textos. El Jorullo se volvió el volcán más conocido entre los científicos.

En enero de 1804 Humboldt regresa a la alcantarilla de Huehuetoca y escribe sobre su penosa construcción, lamenta sobre todo las inhumanas condiciones de trabajo para los indios. También se preocupa de las circunstancias en las minas coloniales, escribe un amplio informe sobre la mina de Guanajuato e intercede a favor de los trabajadores. Estuvo muy activo en la ciudad de México, planeó perfiles geológicos, atendió exámenes del Colegio de Minería y visitó varias instituciones y eruditos. Las condiciones en las cuales encontró los institutos, las describe modélicamente ante todo debido a que blancos e indios trabajan juntos ahí.

En agosto de 1804 (después de cinco años de viaje) Alexander de Humboldt regresa con su material científico a París y es recibido y celebrado por diez mil de personas. Entusiasmó y cautivó a la gente con su curiosidad y su saber. El tiempo siguiente lo pasa en París analizando sus resultados, en 1807 se muda a esta ciudad. En 1811 aparecía en París, en francés, el famoso Ensayo político sobre el reino de la Nueva España, dedicado a S. M. don Carlos IV, rey de España, en el que su autor, el barón Alejandro de Humboldt, presentaba al asombrado público lector de Europa un estudio crítico de su viaje y de sus observaciones por el territorio novohispano (1803-1804). En tal obra se concentraban y organizaban los estudios del propio autor, y sobre todo se resumían magistralmente los datos suministrados por los sabios del virreinato así como las cifras y estadísticas proporcionadas por los archivos y dependencias administrativas virreinales. En 1807, asimismo en París y en lengua francesa, había publicado Humboldt el Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente; en 1810, el mero año del grito de independencia de México, había aparecido el Atlas pintoresco del viaje (vistas de las cordilleras y de los monumentos de los pueblos indígenas de la América); al año siguiente causaba sensación cartográfica evidente el Atlas geográfico y físico del reino de la Nueva España (1811) y por último en 1814 se desplegaba ante la mente ilustrada de Europa el Atlas geográfico y físico del Nuevo Continente. Todas estas publicaciones redescubrían a Hispanoamérica a la mirada científica imperial y mercantil de Europa y, por supuesto, redescubrían a nuestro México recién independizado, especialmente el famoso Ensayo político.

Las primeras reflexiones mexicanas sobre la obra de Humboldt presentan naturalmente un matiz favorable; la revelación humboldtiana contribuye a afirmar el autoconocimiento y por consiguiente enraíza la incipiente conciencia nacional e incluso contribuye a la formación de un clima espiritual y político de orgulloso criollismo mexicano, que se finca en buena parte en las imaginadas riquezas reales y potenciales puestas de manifiesto por el ilustre viajero alemán. El Ensayo político contribuía a fincar las esperanzas nacionales políticas, económicas y culturales de un México ya redimido y de futuro glorioso.

El Ensayo político se convierte así en un inexhausto filón de posibilidades, y los políticos y los arbitristas, los comentaristas e historiadores, así oficiales como oficiosos, tanto si liberales como si conservadores, utilizan en su turno los materiales de la obra para justificarlo todo y para fundamentar sus esquemas y actividades de cualquier orden. Por esta razón se puede decir que el Ensayo, aunque cronológicamente no pudo servir a la insurgencia mexicana, sí pudo perfectamente orientar la Independencia y encaminar los primeros pasos del México imperial y después del republicano. Para los hombres que hicieron y consolidaron la Independencia no cabe la menor duda que la descripción de la situación social, política, económica y espiritual de la Nueva España a principios del siglo XIX, tal y como se presenta y analiza en el Ensayo político, les sirvió para rechazar o justificar la obra de España, y en consecuencia para dirigir la flamante nave del nuevo Estado por los rumbos juzgados más certeros.

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